Por: Stalin Herrera, Camilo Molina, Víctor Hugo Torres Dávila.
Los intentos para explicar los significados y herencias de los gobiernos progresistas son necesarios, no solo por la complejidad de las experiencias transcurridas y existentes en Latinoamérica, sino porque su ciclo tuvo profundos efectos en la sociedad, la economía y los Estados de los países involucrados. Son el sustrato fértil de un intenso debate teórico y político sobre lo acaecido que aún no termina de cristalizar sus consensos en torno a los eventos, sus sentidos y repercusiones. Sea por la falta de distancia histórica, por la polémica relación orgánica de sus intelectuales, por las expectativas sociales creadas o por sus contradicciones y franjas grises, todavía es un campo de análisis que se muestra espinoso.
La lectura del fenómeno político produjo interpretaciones complejas y enfrentadas que pudieron situarlas en al menos dos polos: para unos, constituyeron hechos fundantes de la vida política e histórica en sus países; y para otros, en cambio, simplemente fue una mala copia del desarrollo de los años setenta. En el seno de esta oposición también se ubica una experiencia organizativa: para la izquierda y los sectores subalternos que formaron parte de las articulaciones gubernamentales, aunque su devenir no cumpliera con los elementos más radicales de sus programas políticos, tras tres décadas de neoliberalismo, los gobiernos progresistas se cerraron en una apuesta y laboratorio de experimentación política que prometía Stalin Herrera, Camilo Molina, Víctor Hugo Torres Dávila 12 un cambio sustancial de la sociedad y la economía.