Fotografía: Luis Herrera R.
En el Ecuador asistimos a un proceso electoral complejo, en el cual la sociedad se juega la posibilidad de cambiar el rumbo del creciente deterioro del sistema político y el gobierno los cuales se muestran incapaces de contener el avance de la violencia y las economías ilegales. En este escenario, las encuestas han situado a Luisa Gonzales como la mejor opción y la real disputa se encontraba entre los candidatos que podrían ir a la segunda vuelta. Un lugar que en las elecciones anteriores pudo ganarle la elección al en ese entonces candidato de la Revolución Ciudadana, Andrés Arauz. Hoy, en contra de todas las predicciones, pesa a segunda vuelta Daniel Noboa, un candidato que estaba muy lejos de ocupar un lugar en el balotaje. En las elecciones anteriores la sociedad debió elegir entre el progresismo y la derecha neoliberal,
Nadie lo esperaba, Daniel Noboa -el hijo de uno de los terratenientes y empresarios más ricos del país, Álvaro Noboa dueño del Grupo Noboa, quien organizando su propio partido (Acción Democrática Nacional) y se candidatizó cinco veces a la presidencia- entró a la segunda vuelta contra la Revolución Ciudadana. ¿Cómo fue posible el hecho, cuando en todas las encuestas previas al debate presidencial apareció entre los últimos lugares?
Sin duda, el asesinato de Fernando Villavicencio, candidato a la presidencia por el Movimiento Construye, cambió el panorama electoral y se convirtió en la violencia en el eje central de las campañas; pero lejos de lo que se esperaba, sus votos no se trasladaron a otros candidatos, sino que la posición del movimiento creció a costa de los candidatos que compartían una propuesta de mano dura y armas contra las bandas criminales.
Para algunos, el crecimiento de Noboa es el efecto del buen desempeño en el debate presidencial que se dio a no más de una semana; pero a mi juicio solo hizo lo que debía hacerse, presentó sus propuestas de manera informada y segura, sin atacar y sin ser atacado -por su lugar en las encuestas al debate, era evidente que no sería el foco de preocupación y ataque para el resto de candidatos-; para otros, fue una campaña interesante, centrada en un diálogo con la juventud y tratando de ocupar un lugar por fuera de la polarización correísmo-anticorreísmo, pero eso no basta para explicar el fenómeno.
Desde mi perspectiva, una parte del éxito de Noboa tiene que ver con los errores del resto de candidatos y su lectura de la sociedad bajo sus pies. En ese plano hay muchos aprendizajes, sin un orden de importancia creo que vale la pena mencionarlos:
Primero, en algún momento, y claramente a partir de la muerte del alcalde de Manta, la violencia se convirtió en el único tema de los candidatos y de las campañas, en ese momento se volvió visible la desconexión de los candidatos con los problemas estructurales y cotidianos de la sociedad[1]. Este era un problema previo a la muerte del alcalde. Las promesas de los candidatos no lograban conectarse con la sociedad, Luisa Gonzales resolvía el problema centrando su promesa en el Ecuador de hace 10 años; ni Yaku Pérez ni ningún otro candidato recogieron la agenda social y política que había paralizado el país por 18 días en junio del 2022. Las campañas hicieron poco esfuerzo para explicar las propuestas, construir un diálogo con la sociedad y recoger sus demandas.
Por otro lado, la propuesta electoral de la Revolución Ciudadana mostró los límites del correísmo, la figura de Rafael Correa “ya no vende”. Si bien Luisa Gonzales se mostraba desde el inicio de la campaña como la mejor opción en todas las encuestas, al punto de pensar ganar en primera vuelta; además, hace poco ganaron cerca de 50 gobiernos seccionales y disponen de una maquinaria electoral muy potente y organizada. Aun así, no logró sobrepasar el 33%, un punto más que en las elecciones anteriores había obtenido el 32%, porcentaje que parece ser su techo.
Hace dos años, en las elecciones frente Lasso, una de las razones que explicaba la pérdida de UNES fue que Andrés Arauz intentó desprenderse del líder, dejar de lado la voz más importante del proyecto y construir una imagen propia. En estas elecciones, la campaña fue completamente distinta, la imagen de Rafael Correa fue el centro simbólico de la campaña, el regreso a la década de la Revolución Ciudadana la gran promesa y el retorno de Correa la promesa personal de la candidata a la presidencia.
Pero la centralidad del líder tiene varios problemas. Una de las primeras cosas que sorprendió fue la misma elección de Luisa Gonzales como candidata, sobre todo porque la Revolución Ciudadana contaba con Andrés Araúz, candidato de hace escasos dos años, además tiene un número importante de militantes y figuras políticas más visibles que podían haber asumido el desafío. Sin embargo, optó por una figura poco conocida, de una provincia que ya es su bastión, una mujer joven que siguió los consejos de campaña sin salirse del esquema, mantuvo una posición subordinada, con un discurso alineado con el relato y principios del líder. Una relación que los electores interpretaron como la necesidad de Correa de no tener sombras y coidearios con autonomía.
Así, la campaña y los discursos de la candidata no lograron y no intentan tender puentes con los debates del momento; el mismo Rafael Correa junto a Luisa Gonzales se presentaron en una entrevista en la cual denostaban la disputa por el Yasuní y la oposición contra la minería en el Chocó Andino, dos consultas que han sido el centro de las acciones de las organizaciones sociales más importantes del país y de enorme importancia para la juventud. En su momento, el video transmitía la sensación de que la campaña no intentaba ganar las elecciones, pero para un partido que ha sido fuertemente asediado por las elites y los dos últimos gobiernos ganar las elecciones es una necesidad vital, con lo cual era más fácil imaginar un exceso de confianza y vanidad, una campaña centrada en la coherencia con los valores -progresistas y conservadores- del líder.
A esto hay que sumar otro hecho, de la misma forma en que Rafael Correa logra mantener una base electoral importante, su figura y su estilo crea una enorme oposición y rechazo que marcan, por un lado, el piso para sostenerse como una primera fuerza política y el techo para crecer en las elecciones. Y en este punto, parece que el correísmo no logra entender la profundidad del anticorreismo, el cual no se trata exclusivamente de la acción de los actores que disputan el campo político (medios de comunicación, elites y movimientos sociales), sino con una subjetividad o una condición antropológica en la que participan los sectores populares, una oposición con la cual el correísmo no intenta dialogar.
Por otro lado, las elites también tienen límites para recoger las expectativas de la población. Para buena parte de los candidatos que aparecieron como representantes de las elites económicas y políticas (Topic, Sonnenholzner, Villavicencio), organizaron sus campañas en un claro intento de aprovechar la explosión de la violencia y empujar una propuesta de mano dura, plomo y cárcel. Lo cual, además, se alineó intencionalmente con una estrategia anticorreísta acentuando la polarización que marca la política nacional desde hace casi dos décadas. Sin embargo, el relato del miedo no les permitió llegar a la segunda vuelta, la población abrio una opción distinta, una parte mantuvo su fidelidad con la candidata de la Revolución Ciudadana, y otra, sector al que intentaban seducir, desplazó su voto hacia un candidato que se situó por fuera de la disputa correísmo vs anticorreísmo, de la cual la sociedad parece estar un poco cansada.
Con esto, si bien el relato de mano dura, sumando sus distintas fracciones, recoge cerca del 50% del electorado, una parte importante de la sociedad marcó distancia con aquellos sentidos conservadores que los gobierno, las elites y los medios vienen cultivando larvariamente para legitimar propuestas profundamente regresivas y violentas -Plan Ecuador, más Tratados de Libre Comercio, el libre porte de armas, la instalación de bases militares, la privatización de activos estatales, entre otros-. El hecho no es menor, ya en las elecciones pasadas una parte importante de la población, frente a las opciones entre el correísmo y Lasso, prefirió refugiar su voto en el voto nulo mostrando que hay un espacio importante para crecer en una vía distinta y que en su momento pudo capitalizar Yaku y el Pachakutik.
Enlazado con lo anterior, contradictoriamente el gran ganador y el gran perdedor es la izquierda. Ganador porque en medio de las elecciones se hicieron dos referéndums que disputaban la posibilidad de extracción petrolera en el Yasuní y la explotación petrolera en el Chocó Andino. Dos propuestas que fueron posibles gracias al enorme esfuerzo de los movimientos sociales, en especial los movimientos ecologistas, pero que se han acompañado y son parte de la agenda política de los movimientos sociales. Gran perdedor porque, una parte de la izquierda en su complejidad, el movimiento indígena, el movimiento ecologista, algunas fracciones partidarias del Partido Socialista, el PCMLE, el movimiento feminista no reconoce en el progresismo un referente de izquierda, con lo cual el campo electoral es un momento conflictivo y contradictorio.
Así, aunque Yaku Pérez había sido el candidato que en las elecciones pasadas casi logra disputar la segunda vuelta y logró canalizar el voto rechazo de la sociedad en una convocatoria por el voto nulo, en esta ocasión apenas y logró el 4% de los votos, ubicándose en un quinto lugar, por debajo de los partidos de derecha (Noboa 23%, Villavicencio 16%, Topic 14%, Sonnenholzner 7%). Yaku es un candidato que vienen de los sectores populares, levantó en el Sur del país una de las estrategias más interesantes de resistencia contra la minería, fue presidente de la Ecuarunari una de las organizaciones regionales más importantes de la CONAIE y en las últimas elecciones fue candidato a la presidencia por el Pachakutik.
Si bien, Yaku había roto con el Pachakutik para preparar su movimiento propio Somos Agua, cobijado por su historia en los movimientos sociales, se presentó como una propuesta que intentaba representar a los sectores de izquierda y los movimientos sociales, pero mostró los límites de la “izquierda”; no solo porque que se presentó en una alianza política que no genera adhesión social por parte de los sectores organizados;[2] sino porque, a pesar de que su figura se sitúa en el ecologismo anti-minero no logró capitalizar los referéndum; a pesar de su pasado en los movimientos sociales no intentó y no podía crear un espacio de articulación viable; a pesar de sus vínculos con el Pachakutik su alianza no movilizó a las organizaciones sino que acentuó las fracturas; y finalmente, a pesar de su historia organizativa, no intentó recoger la agenda política y social de las movilizaciones sociales más extensas y cruentas de la historia reciente (Octubre 2019 y Junio 2022).
Yaku Perez no logró votaciones mayores al 9% en provincias en las cuales el movimiento indígena y el Pachakutik han logrado construir una estructura electoral y organizativa de enorme fidelidad territorial; con lo cual, también es visible el conflicto interno del Pachakutik, y su desafiliación, golpeó fuertemente la candidatura. En este punto, sobre el Pachakutik hay que observar los efectos de su disputa interna, si bien aún no se han procesado los resultados provinciales es probable que logren unos pocos asambleístas provinciales, muy por debajo, de su posición de segunda fuerza electoral en la asamblea anterior. Un resultado qué golpea las representaciones de izquierda en la próxima asamblea
Hacia la segunda vuelta, el escenario es complejo porque a grandes rasgos, la revolución ciudadana vuelve a terciar electoralmente partiendo de su piso fuerte, en un entorno político claramente anticorreísta. Hacia la segunda vuelta es previsible que los partidos de Villavicencio, Topic y Sonnenholzner, además del partido de gobierno actual y las elites apoyen la candidatura de Daniel Noboa y la polarización vuelva a concentrar el debate abriendo un nuevo espacio de indecisos, blancos y nulos. Sobre el Pachakutik, la izquierda y los movimientos sociales la figura de Correa pesa y reaviva el anticorreísmo, pero también pesan los efectos del voto nulo con el cual Guillermo Lasso pudo ser gobierno. Ahora la desición vuelve a situarnos entre el progresismo consevardor y la derecha neoliberal. Pero con una proxima Asamblea Nacional en la cual la izquierda movimientista tiene una representación marginal, una Revolución Ciudadana con una mayoria importante, pero insuficiente para contener una posible coalición de derechas claramente anticorreístas. De ganar Noboa, el problema es un más complejo, porque la Revolución Cidadana se convertiría en el unico resguardo de posiciones no neoliberales y proestatales.
A la Revolución Ciudadana le queda poco espacio para crecer y no parece tener una estrategia para superar su techo, no todos los votos por fuera del progresismo son de derecha. En lo que queda de campaña Noboa puede cometer errores, pero está claro que tiene los recursos económicos para contratar a los mejores asesores y estrategas; pero, siempre hay un espacio para negociar, la derecha no es un todo homogéneo, Noboa no es garantía de construir un gobierno de acuerdos para superar la crisis y la violencia, y siempre habrá sectores que no se sientan cómodos con el hijo del bananero; y la Revolución Ciudadana también ha mostrado que puede hacer pactos de gobierno con la derecha.
Para el progresismo latinoamericano la alianza natural sería con la izquierda y los movimientos sociales, pero para ello debe correrse de las posiciones más intransigentes de su líder y no sabemos si habrá una opción para una negociación con las izquierdas y sus programas, el respeto a los resultados de los referéndum, la contención de los extractivismos y la consulta previa, la profundización de derechos sexuales y reproductivos, el Estado Plurinacional, la apuesta por un modelo post extractivista, un modelo de agricultura de soberanía alimentaria, todos debates que el mismo Rafael Correa ha simplificado como sueños de la izquierda infantil.